
"¡Con
qué pasos tan lentos entré en esta casa vacía, de la que han
desaparecido todos los ecos, donde el ruido de las suelas sobre los
tablones es seco y apagado! ¡Cómo eché de menos que estuvieras
aquí, para abrazarme, para reconfortarme! Empiezo a entender el
verdadero significado del abrazo. Abrazamos para que nos abracen."
(pàg. 3)
"Lo
que me da miedo son las pandillas de merodeadores, los chavales de
modales hoscos, ávidos como tiburones, sobre los cuales ya empiezan
a ceñirse las primeras sombras de la cárcel. Niños que se burlan
de la infancia, de la época del asombro, del crecimiento del alma.
Sus almas, sus órganos del asombro, atrofiadas, petrificadas."
(pàg. 4)
"Pero
en este mundo, en esta época, tengo que llegar a ti con palabras.
Así que todos los días me transformo en palabras y envuelvo las
palabras en papel como si fueran dulces." (pàg. 6)
"Un
ataque: solamente ha sido eso, el dolor se me ha echado encima como
un perro y me ha clavado los dientes en la espalda." (pàg. 7)
"Los
ángeles han abandonado los suburbios. Cuando un desconocido
harapiento llama a la puerta nunca es más que un marginado, un
alcohólico, un alma perdida." (pàg. 10)
Hambre,
he pensado: lo que me pasa es que mis ojos tienen hambre, un hambre
tan grande que me disgusta el mero hecho de tener que parpadear."
(pàg.
13)
"Puede
que empiecen por no preocuparse de sus propias vidas y terminen por
no importarles las de los demás." (pàg. 34)
"Entonces
no se lo diga después, cuando sea demasiado tarde. Ella no la
perdonará." (pàg. 53)
"Porque
eso es algo que nunca hay que pedirle a una criatura -he continuado-.
Que te abrace, que te reconforte, que te salve. El apoyo y el amor
tienen que circular hacia delante, no hacia atrás. Es una norma, una
de las normas de hierro. Cuando una persona anciana empieza a
suplicar amor, todo se vuelve sórdido. Es como un padre intentando
meterse en la cama con un niño: antinatural." (pàg. 53)
"Lo
cierto es que, si tuviéramos tiempo para hablar, todos nos
declararíamos excepciones. Porque todos somos casos especiales.
Todos merecemos el beneficio de la duda." (pàg. 58)
"Pero
¡qué difícil es matarse! ¡Uno se aferra con tanta fuerza a la
vida! Me da la impresión de que en el último momento entra en juego
algo más que la voluntad, algo extraño, algo inconsciente, que te
empuja al abismo." (pàg.
87)
"Nunca
antes he visto morir a gente negra, señor Vercueil. Sé que mueren
todo el tiempo, pero siempre en otra parte. La gente a la que he
visto morir eran blancos y morían en su cama, más bien como si se
secaran o se disiparan allí, como el papel, como el aire. Arderían
bien, estoy segura, dejarían muy poca ceniza que barrer." (pàg.
91)
"Avanzo
a tientas por un pasillo que se vuelve cada vez más oscuro. Avanzo a
tientas hacia ti. Voy tanteando con cada palabra." (pàg. 96)
"Terror,
la ignominia del terror! Otro valle a atravesar en el camino a la
muerte." (pàg. 96)
El
final llega al galope. No había tenido en cuenta que cuando una va
cuesta abajo cada vez va más deprisa. Creía que se podía hacer
todo el camino con tranquilidad. Error, un error garrafal."
(pàg. 102)
¿Real?
Claro que no. Ni siquiera es auténtico." (pàg. 130)
"Permanecía
plantado, silencioso, escondido detrás del humo del cigarrillo,
entrecerrando los ojos para que yo no viera lo que tenía dentro."
(pàg. 141)
Ayer,
mientras me estaba ayudando a bañarme, se me cayó el albornoz y lo
sorprendí mirándome. Igual que los niños de la calle Mill: no
tiene decencia. La decencia: lo inexplicable: la base de toda ética.
Las cosas que no hacemos. No nos quedamos mirando cuando el alma
abandona el cuerpo, sino que nos velamos los ojos con lágrimas o nos
los tapamos con las manos. No miramos las cicatrices, que son sitios
por donde el alma ha intentado marcharse y ha sido obligada a volver,
ha sido encerrada, cosida dentro." (pàg. 143-144)
J.
M. Coetzee (2002). La edad de hierro (trad. Javier Calvo). Barcelona:
Mondadori.
Impressionant,
quina descripció més crua de la vellesa, de la por de la mort.
Tota
la novel·la és una carta que una dóna gran de Sudàfrica escriu a
la seva filla que viu als Estats Units explicant-li els seus darrers
dies. Amb això ja n'hi hauria prou per llegir-la, però hi ha més
coses: una mirada a la realitat de Sudàfrica "premandela",
la presència inquietant del senyor Vercueil, l'aparició de la
senyora que li fa les feines a casa i la seva família...
Una
relació tan crua amb la mort només l'havia llegida en Les
derniers jours d'un comdamné a mort de Víctor Hugo.
Altres
coses sobre la mort, però des del punt de vista dels que queden,
molt interessants. Segur que n'hi ha moltes més (només faltaria, la
mort és el "gran tema"), però aquestes són les que m'han
vingut al cap mentre llegia la novel·la i no puc explicar-ne els
motius... L'ambientació és molt diferent (a La edad de hierro
tot és molt sòrdid --no es ben bé sòrdid, no ho sé explicar)
el tema, ja ho he dit, és vist des d'un altre angle. El cas és que
en llegir la novel·la m'han vingut al cap aquestes dues referències:
Ramón
Solsona (1993). Les hores detingudes. Barcelona: Quaderns Crema.
Un
vidu explica el seu dolor. Molt interessant perquè sembla que la
viduïtat, literàriament, sigui cosa de dones i aquí Ramon Solsona
la descriu molt i molt bé.
Krzysztof
Kieślowski (1993). Trois
Couleurs: Bleu.
Tota
l'obra està concebuda (colors, música, ritme...) per fer-nos sentir
la pena de la mort d'un ésser estimat (tot i les sorpreses que va
descobrint la Juliette Binoche al llarg de la pel·lícula.
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